Description
Hemos continuado cumpliendo con lo que creemos ha sido el propósito de Dios al caminar alrededor de Sión espiritual, contando sus baluartes, considerando atentamente sus antemuros, sus palacios y sus torres; y luego en oración y después de mucha investigación bibliográfica, deseamos relatar nuestros propios e interesantes descubrimientos a la siguiente generación. La mayor parte de la Iglesia de hoy se ha alejado tanto del cristianismo bíblico, que muchas personas de las últimas generaciones no conocen a los hombres y mujeres del pasado que conocieron a su Dios de una manera tan íntima, que ejecutaron Sus consejos, cumplieron Sus propósitos, y nos dejaron un legado de valor infinito.
Los personajes principales en los volúmenes Tres y Cuatro fueron escogidos porque en ellos se manifestó un propósito y una influencia divina en sus vidas. Escucharon una voz y la siguieron; batallaron con su naturaleza pecadora, y vieron en la Redención la solución para su pecado; ellos batallaron contra dificultades infranqueables, pero vencieron. Es evidente que tenían un Espíritu morando en ellos que los movió a tener compasión de los que no eran dignos, y les proveyó recursos celestiales para que pudieran amarlos.
El Espíritu Santo que moraba en ellos se movía sobre sus corazones para hacer la voluntad de Dios. ¿Había una tribu pagana sin haber sido evangelizada? ¡El Señor de la cosecha sabía dónde encontrar Su vaso preparado para suplir esa necesidad! ¿Había una tribu que necesitaba la Palabra de Dios en su propia lengua? ¡Él sabía dónde conseguir un traductor! ¿Se trataba de una caminata oprimida por señores egoístas? Él tenía Su libertador. ¿Habían tratado los clérigos de despojar a la Biblia de su inspiración gloriosa? ¡Él conocía hombres, poderosos en las Escrituras que podían restaurarla a su gloria original! ¿Era necesario un intercesor? ¡Él podía susurrar Su trabajo de parto y poner sus gemidos en aquellos que estuvieran dispuestos a pasar por ello!
Los Hechos de los Apóstoles no finalizaron hace dos mil años; los discípulos de Jesús se han movido a través de los siglos en medio de campos maduros listos para la siega. A Dios nunca le han faltado Sus Pedros que vayan a la casa de un Cornelio; Sus Pablos listos para ir a los gentiles; un Esteban preparado para el breve sermón en el que un Saulo de Tarso es levantado con los aguijones el Altísimo; Sus Felipes que estén tan consagrados como para poder alejarse de un avivamiento para ir al desierto a encontrarse con un inquisitivo eunuco etíope. Él todavía tiene sus desconocidos Ananías listos para enfrentar la muerte para ir tras una puerta cerrada donde alguien que ora tiene necesidad de ser iluminado.
El mundo religioso, tan ocupado y lleno de ruido con sus campañas y filantropías planeadas por los mismos hombres, no está consciente de esas silenciosas multitudes que todavía se mueven tras la columna de fuego, que aún son guiadas por el Señor de los Ejércitos para realizar conquistas que no son reconocidas porque aparentemente son pequeñas y silenciosas. No teniendo ojos espirituales para detectar Sus sendas en el mar, ni oídos espirituales para escuchar su silbo apacible y delicado cuando da una queda orden, y sin tener avivado el espíritu para conocer la tierra que todavía debe ser conquistada, tales personas mundanas no tienen la posibilidad de comprender a aquellos siervos de Dios. Como no son reconocidos, estos santos de Dios caminan sin obstáculos completando la tarea que les ha sido asignada por los cielos. Dios los dotó de espinas en la carne y de grietas en sus vasijas terrenales para protegerlos. Él ha permitido que en muchos casos el relato de sus vidas haya sido preservado para nosotros en biografías, diarios y revistas. Oramos mucho para que estas lecturas puedan estimular a los cristianos de nuestros días a buscar una relación cercana con su Dios, para que también ellos puedan cumplir la voluntad de nuestro Padre en este tiempo de tanta necesidad. —Prefacio de los Autores
Índice:
Philip (1931-1696) y Matthew Henry (1692-1714)
La Formación de un Comentarista
Freeborn Garrettson (1752-1857)
El Santo a Caballo
Catherine Livingston Garrettson (1752-1849)
La Gentil Anfitriona
John Evangelist Gossner(1773-1855)
El Intrépido Aventurero en Fe y Oración
John Hunt (1812-1848)
El Apóstol a Fiji
Elizabeth Prentiss (1818-1878)
La Socorrista Sufriente
Lord Radstock (1833-1913)
El Señor que fue Siervo
Dr. Frederick Baedeker (1823-?)
Un Hombre Enviado por Dios
Frank Crossley (1839-1897)
El Tesorero de Dios
Emily Kerr Crossley
La Socia del Tesorero de Dios
Baronesa von Wrede
El Ángel de las Prisiones
Henrietta Eliza Soltau (1843-1934)
Arriesgada en la Fe
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